Paso a paso en el Camino de Santiago

De Los Arcos a Logroño

17 de mayo de 2018
Etapa 7 – Km. 28

Los Arcos. Arco y campanario de Santa María
Los Arcos. Arco de entrada al "casco antiguo" y campanario de la iglesia de Santa María

 

 

 

La etapa de hoy será de unos veintiocho kilómetros, por lo que será un poco más larga que las últimas etapas recorridas; por esta razón, esta mañana adelanto la hora de salida respecto a los días anteriores.

Así que, a las 6:20, con los primeros destellos del día, dejo el albergue de Los Arcos.

 

El sol empieza a aparecer en el horizonte poco después de las siete. Lo veo salir mientras camino por un sendero que atraviesa los habituales campos verdes cultivados con trigo.

También esta mañana el cielo está despejado y, a medida que el sol se eleva, los colores del paisaje se vuelven cada vez más vivos.

La temperatura, como era de esperar, sigue siendo bastante baja.

 

Después de pasar Sansol, continúo durante otros novecientos metros y, a las ocho, hago una parada en Torres del Río.

En primer lugar, desayuno en la primera plaza que encuentro, deteniéndome en la cafetería adjunta al Albergue Casa Mariela.

El pueblo se desarrolla en las laderas y en la cima de una colina, por lo que sus estrechas calles también son bastante empinadas.

Torres del Río. La iglesia del Santo Sepulcro
Torres del Río. La iglesia del Santo Sepulcro

Torres del Río. La iglesia del Santo Sepulcro
Torres del Río. La iglesia del Santo Sepulcro

Son muy hermosas las arquitecturas barrocas de los palacios, pero la verdadera joya del pueblo es la pequeña iglesia del Santo Sepulcro del siglo XII: construida en estilo románico, la iglesia presenta una inusual planta octogonal.

Lástima no poder visitar su interior, donde, entre otras cosas, hay también una singular bóveda estrellada de origen árabe.

Me detengo un poco para observarla y fotografiarla desde varios ángulos.

 

Mientras examino el diseño arquitectónico del edificio, noto que muchos peregrinos pasan sin siquiera mirar la particular iglesia.

– ¡Qué pena! – pienso – El Camino también es una experiencia de viaje y debería ser una oportunidad para observar y enriquecer los propios conocimientos. –

Me doy cuenta, sin embargo, de que para muchos lo importante es solo acumular kilómetros, dejando de lado la visita de los lugares que atraviesan.

Personalmente, he decidido dividir mi Camino basándome en las etapas clásicas, de un promedio de veinticinco kilómetros, que se recorren en seis/ocho horas.

De este modo, al salir temprano, logro hacer algunas pausas durante el trayecto y por la tarde me queda tiempo para otras actividades, incluida la visita turística del lugar donde me detengo a dormir.

Escucho, en cambio, que muchos peregrinos alargan mucho sus etapas y algunos llegan a recorrer cuarenta kilómetros, e incluso más, en un solo día.

Es indudable que cada uno puede tener sus preferencias/motivaciones y está lejos de mí la idea de juzgar las elecciones de los demás, pero me pregunto – ¿Dónde está el placer de hacer un esfuerzo extremo, cuando la belleza del Camino también radica en vivirlo lentamente? –

 

***

Reanudo la caminata a las ocho y media.

Al dejar Torres del Río, comienza de nuevo el sendero de tierra que serpentea entre los verdes campos de trigo y algo más. De hecho, el recorrido también pasa entre olivares y viñedos, formados por largas hileras de vides; estos últimos son cada vez más frecuentes, también porque ya falta poco para llegar a la provincia de La Rioja.

 

Desde Torres del Río hasta el próximo pueblo, Viana, hay unos once kilómetros: se alternan subidas y bajadas y no todo el recorrido es por sendero de tierra; en algunos tramos se avanza por asfalto caminando junto a la carretera nacional.

 

Alrededor de las nueve, mientras atravieso una zona rural perteneciente al municipio de Bargata, paso frente a la ermita de la Virgen del Poyo, construida en el siglo XVI.

En el muro exterior de la pequeña iglesia de campo dedicada a la Virgen María, una inscripción dice “Bendice al pueblo de Bargata, protege a los peregrinos.”

 

Viana. La iglesia de San Pedro
Viana. La iglesia de San Pedro

Faltan quince minutos para las once cuando llego a Viana.

La localidad, que cuenta con 3.500 habitantes, está situada en una colina y es la última etapa del Camino de Santiago en la provincia de Navarra.

En la calle Mayor se encuentra la imponente iglesia de Santa María, construida originalmente en estilo gótico. La parte más impresionante del edificio es la fachada renacentista, concebida como un gran retablo de piedra.

En el atrio, bajo una losa de mármol, están enterrados los restos de César Borgia: príncipe, guerrero y político, hijo del papa Alejandro VI.

El interior de Santa María, compuesto por tres naves, incluye varios retablos; entre ellos, el más imponente es el del altar mayor dedicado a la Virgen.

Otro edificio importante de Viana es la iglesia de San Pedro del siglo XIII. Aunque esta se encuentra en ruinas y del interior casi no queda nada, aún está en buen estado la fachada barroca del siglo XVIII.

 

Un par de kilómetros después de Viana, son las doce cuando paso frente a la ermita de la Virgen de las Cuevas.

La “Virgen con el Niño” que actualmente se ve en su interior es una copia de yeso, mientras que la estatua original ha sido trasladada a Viana, a la iglesia de Santa María.

 

Desde aquí faltan tres kilómetros para llegar al límite con la provincia de La Rioja y seis kilómetros y medio para alcanzar la ciudad de Logroño.

El paisaje se vuelve más árido, con menos campos de trigo y más viñedos.

 

El vino originario de La Rioja, con “Denominación de Origen Calificada” (DOCa), se produce con las uvas cultivadas en las zonas semiáridas de esta provincia.

Existe una amplia variedad de vinos tintos, blancos y rosados que, incluso a nivel internacional, son considerados de gran prestigio.

 

***

Cruzada la frontera provincial, Logroño parece estar cerca y la llegada parece inminente.

Sin embargo, contrariamente a esta impresión, aún queda un buen tramo por recorrer y hay que atravesar la periferia de la ciudad con sus concurridos cruces de carreteras.

El intenso tráfico no se limita solo a tierra, sino también al cielo: mientras avanzo por este tramo de entrada a la ciudad, pasa a baja altitud, uno tras otro, una multitud de aviones militares de distintos tipos y, al final, un avión comercial.

Al final, seguirá siendo un misterio para mí el motivo de todo este movimiento en el cielo.

Hago los últimos metros de la etapa de hoy cruzando uno de los símbolos de Logroño, el famoso Puente de Piedra sobre el río Ebro, también conocido como Puente de San Juan de Ortega. Su construcción, para sustituir el antiguo puente medieval en ruinas, data de finales del siglo XIX.

 

Poco después de pasar el puente, son las 13:30 cuando llego al Albergue de peregrinos municipal de Logroño, ubicado en el casco antiguo, en la calle Ruavieja.

Tras registrarme en el albergue, sigo la rutina habitual de la tarde.

Recuperadas un poco las fuerzas después de la ducha y una siesta, estoy listo para volver a salir.

 

Lo primero que quiero hacer, aprovechando que estoy en una gran ciudad, es resolver un problema práctico.

Como ya conté, en los primeros días del Camino encontré mi tarjeta bancaria inexplicablemente rota en dos partes; por suerte, el chip sigue intacto y pude repararla pegando las partes con cinta adhesiva.

Desde aquel día no he retirado dinero por miedo a que el cajero automático retuviera la tarjeta al detectar la anomalía del arreglo.

Ahora decido intentarlo, aprovechando que hay un banco con empleados presentes, a quienes podría recurrir en caso de problemas.

La operación de retirada de dinero sale perfectamente y así puedo continuar mi Camino sin el temor de quedarme sin efectivo.

 

***

Logroño, hermanada con la ciudad italiana de Brescia, cuenta con más de 150.000 habitantes y es la capital de la comunidad autónoma de La Rioja.

Hoy, como en el pasado, es un importante punto de acogida para los peregrinos en camino hacia Santiago de Compostela.

 

Junto con Paolo, el bergamasco, dedico parte de la tarde a hacer un recorrido por los principales lugares de interés de la ciudad, visitando en secuencia:

La catedral de Santa María de La Redonda, del siglo XV, en estilo gótico. La fachada de la iglesia se compone de dos imponentes torres barrocas situadas a los lados de un portal rococó. En el interior, destaca el retablo dorado del altar mayor.

La iglesia de San Bartolomé, del siglo XIII, presenta en el exterior una importante fachada gótica cuya iconografía narra la vida del Santo, y una torre de planta cuadrada del siglo XVI.

La iglesia de Santiago el Real, cuya fachada del siglo XVII muestra dos esculturas diferentes de Santiago: una como peregrino y otra como guerrero a caballo.

Santiago peregrino también está representado en el magnífico retablo situado en el altar mayor.

 

Esta noche cenamos en el Café Moderno que, contrariamente a su nombre, es un restaurante con muebles antiguos; su ubicación es bastante céntrica, en la calle Francisco Martínez Zaporta.

El local, aunque no tiene el aspecto de un restaurante para peregrinos, sirve platos abundantes y de buena calidad por unos diez euros.

En la cena estamos el grupo habitual de italianos.

Esta también es la ocasión para despedirnos de los dos amigos palermitanos, Rosario y Nicola, que terminan aquí su Camino, tal como lo habían planificado por motivos laborales: continuarán su experiencia en el futuro, retomando el recorrido justamente desde Logroño.

 

Durante toda la cena, un televisor colocado cerca de nuestra mesa muestra la crueldad de la corrida: evidentemente, este atroz espectáculo todavía tiene seguidores en España, al punto de dedicarle un canal de televisión específico.

 

Al terminar la cena, en la calle me encuentro con Fernando, el atlético argentino de setenta y nueve años, que me dice que tiene un dolor en la rodilla.

– ¡Entonces no es biónico! – Pienso. – Alguna parte humana tiene después de todo. –

Le recomiendo como antiinflamatorio una pomada muy utilizada por los peregrinos, cuya etiqueta solo se encuentra en España: personalmente nunca la he probado, pero por lo que me han dicho, parece ser milagrosa para aliviar los achaques del Camino.

Lo acompaño yo mismo a una farmacia cercana y me divierte ver cómo su vitalidad, a pesar de estar cerca de los ochenta años, también se extiende a otros ámbitos: con mucha desenvoltura corteja insistentemente a la joven y guapa farmacéutica que podría ser su nieta.

Vista la persistencia de Fernando, en un momento dado, la chica deja a un lado su profesionalidad y exclama: – ¡Es cierto que a cierta edad el Camino se sube a la cabeza! –

Entre divertido y avergonzado, pagada la pomada, arrastro fuera de la farmacia al intrépido Casanova.

 

Después de despedirme de Fernando, que regresa al albergue para cuidar su rodilla, me encuentro con la querida Juaní.

Damos un breve paseo y luego también nosotros volvemos al albergue.

 

Antes de las diez ya estoy en la cama.

© Aldo Lardizzone 2020 Licenza Creative Commons CREATIVE COMMONS

Pasa al siguiente capítulo:
Etapa 8 - De Logroño a Nájera